6 maneras de luchar por la justicia racial desde el consumo de moda

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“No hay justicia climática sin justicia racial” es el lema de Nia Huaytalla en su cuenta de Instagram, donde divulga sobre ecofeminismo y cultura indígena. Si profundizamos en su mensaje, que de manera generosa comparte en publicaciones divulgativas, llegaremos a la conclusión de que la emergencia climática es nueva para las sociedades capitalistas. Así lo confirma también Nylah Burton, escritora sobre raza y clima, en el artículo de Vogue titulado El cambio climático es un problema racial (y te explicamos por qué). Dice así: “Para muchas personas, el cambio climático es un fenómeno actual, pero los pueblos indígenas y negros, además de otros pueblos colonizados y racializados, sabemos que las raíces de la crisis medioambiental se remontan mucho más atrás y van de la mano de la injusticia racial". Estas revelaciones populares, es decir, este conocimiento reciente para el mainstream tiene una razón de ser: a la conversación sobre el cambio climático, acelerada con el paso de década y la pandemia global, se suma el resurgir mediático del movimiento Black Lives Matter tras el asesinato de George Floyd en Estados Unidos y la consiguiente oleada de protestas antirracistas. 

Con este caldo de cultivo, las redes sociales se han llenado de mensajes que ponen el acento en la relación de la industria de la moda con la justicia climática y, por tanto, con la justicia racial. "La moda rápida solo puede existir mediante la opresión racial" dice uno de los posts más virales, publicado por la organización Sustainable Fashion Dublin. A pesar de que el camino ya estaba iniciado en esa dirección desde que la sostenibilidad ocupó, por fin, un lugar prioritario en la agenda de las grandes empresas de moda, parece que la interseccionalidad de la lucha medioambiental y racial empieza a reflejarse tímidamente en la última actualidad de moda. Aunque en su comunicado de prensa Gucci advierte que la campaña Gucci Off The Grid “se llevó a cabo antes de la pandemia de la COVID-19 y las protestas de BLM”, es muy pertinente: la colección está fabricada con materiales reciclados, orgánicos, biobasados y provenientes de fuentes sostenibles, incluyendo ECONYL y protagonizada por la actriz octogenaria Jane Fonda, el rapero afrodescendiente Lil Nas X y la artista queer King Princess, entre otros. La casa capitaneada por Alessandro Michele es de las más ligadas al latido de su época y ha dejado claro su posicionamiento con equipos de trabajo que velan exclusivamente por estos temas.

A la cuestión de si puede existir un comercio justo y una moda 100% sostenible se responde, a priori, desde lo que parece escepticismo. “Lo más coherente sería cerrar mi compañía”, dijo una vez Vivienne Westwood, opinión que también ha arrojado en alguna entrevista Tomas Maier, el responsable de hacer de Bottega Veneta una firma de lujo de vocación sostenible hace un lustro. Desde 2013, la organización Fashion Revolution, la más influyente del mundo en estos términos, lleva divulgando y asegurando que otra moda es posible. Sin embargo, este cambio no se puede producir únicamente desde dentro del sector: es importante crear un escenario receptivo a iniciativas, proyectos y mensajes independientes, que provengan de ámbitos a los que alude esa interseccionalidad y a los que, por tanto, la moda necesita. Esta industria no puede permitirse ser hermética si quiere adaptarse a los tiempos: precisa de las interdependencias lógicas de un mundo determinado por el pensamiento sistémico, en el que todo acto individual conlleva consecuencias colectivas. En la lucha climática, racial y de clases hay agentes que se están aproximando a la moda y, si nos comprometemos al cambio, hay que tenerles muy en cuenta y generar unas sinergias desde la horizontalidad. No desde la apropiación cultural, ergo asumir sus estéticas y mensajes sin implicarles en el asunto. Existen maneras de luchar por la justicia racial desde el consumo de moda que empiezan, de hecho, por revisar el propio concepto de consumo, saliéndonos de la zona de confort capitalista. Estas son algunas de ellas.

Apoyar a proyectos que luchan por la igualdad racial mediante el acto de consumo

A estas alturas, nos ha quedado claro que la compra es un acto político. Dónde eliges que vaya tu dinero tiene unas implicaciones: estás favoreciendo un sistema, unos valores, una jerarquía. Por ello, es importante conocer iniciativas que revisan el concepto más purista de consumo ligándolo en su totalidad a una causa social. Esto no solo va de donar una parte de beneficios, sino de que la estructura que sostiene esa marca o iniciativa es, de raíz, transformadora. Es el caso de Top Manta, “la marca de ropa legal hecha por gente ilegal", como se presentan ellos mismos. Este proyecto de moda surge del Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes de Barcelona, capitaneado por Aziz Faye, maestro de la aguja en su país, Senegal, y mantero en España. A la luz de los acontecimientos que devolvían la lucha racial a la actualidad mediática, este emprendedor y activista charló en un directo de Instagram con Bad Gyal, logrando que su conversación se hiciera viral durante 24 horas. Asimismo, el proyecto de la empresaria valenciana Leticia Valera se define como "una firma basada en la inclusión, la sostenibilidad, el empoderamiento, la solidaridad y el compromiso". De manera constante viaja a Senegal, donde tiene su propio equipo de trabajo, formado por mujeres, y toda su filosofía de marca se articula alrededor de la mujer africana. Su propósito es visibilizar a sus artesanas y costureras, como Fatu, la jefa de su taller en el país africano. El 5% de sus beneficios se destina a la ONG Kassumay Senegal, dedicada al empoderamiento de la mujer y de su descendencia.

Colaborar con organizaciones que recogen ropa y le dan una salida socialmente positiva 

Después del boom del minimalismo y de Marie Kondo, surgió un interés especial por conocer las opciones para despedir toda la ropa desterrada de los armarios. Pronto salieron artículos y programas de investigación al respecto que revelaban lo que en realidad era un negocio lucrativo con poco interés social. Gran parte del foco estaba en los contenedores de ropa callejeros. "Yo participé [en el concurso del Ayuntamiento de Madrid]. Luego vi las injusticias y me salí", decía Pedro Andrés, director general de Texlimca, a ElDiario.es. Es lo que ocurre ante una demanda reciente: el público está desinformado y carece de criterio para diferenciar las soluciones que se lo ofrecen. Hoy, la divulgación en las redes sociales ha hecho por paliar esa falta de información y se conocen alternativas a los contenedores tradicionales, como negocios locales que reutilizan los retales, organizaciones vecinales que distribuyen la ropa donada o tiendas que tienen la integración social en su ADN. Algunos proyectos que responden a estas premisas son CustomizandoRecumadridAtelier El costurerico de Proyecto AbrahamKoopera y La Merced Migraciones.

Premiar a las marcas responsables 

Es, sin duda, la gran aportación que se puede hacer como consumidor. Así es como se consigue cambiar la escala de valores de un sistema de consumo: exigiendo a las marcas que se comprometan y haciéndolo a través de los dos grandes reclamos contemporáneos, el dinero y el follow en redes sociales. Están, por una parte, las grandes corporaciones que han anunciado medidas inminentes para paliar las desigualdades de su cultura laboral, como Levi's, que a raíz de las protestas antirracistas globales ejerció autocrítica y compartió en un ejercicio de total transparencia todo cuanto tiene que mejorar en cuestiones raciales. Pero, después de eso, no se quedó en las promesas: garantizó una serie de cambios en su estructura corporativa. Sin ir más lejos, reconoció como día festivo Juneteenth, el Día de Independencia o Día de Libertad, una festividad estadounidense que conmemora el 19 de junio de 1865, cuando se anunció la abolición de la esclavitud en Texas. Esta decisión, por ahora, surge del ámbito privado estadounidense, con la suma de varias empresas. Por otra parte, es crucial apoyar a las marcas responsables, aquellas que defienden y practican una producción ética y consciente, tanto a nivel medioambiental como laboral. Aquellas que garantizan la trazabilidad de sus productos: asegurarse de que en su cadena de producción no se han vulnerado los derechos humanos.

Abrir tu radar a negocios creados por personas de la comunidad BIPOC

En las últimas semanas, todos los sectores han hecho una revisión de su racismo integrado. También las personas. Vivir ajenos a la diversidad que, como defiende Arooj Aftab es, en realidad, normalidad, solo confirma lo cómodas que están –estamos– las personas blancas en sus –nuestros– privilegios, sin preguntarnos qué tenemos que ver en la ausencia de pluralidad en los medios y en las esferas sociales. Esta consultora de marcas especializada en inclusividad tiene un proyecto llamado #DoneWithDiversity, es decir, Harta de diversidad. “Estaba muy cansada (y todavía lo estoy) de ver a las personas negras, marrones y con diversidad funcional encasilladas y usadas como un token por las marcas”, explica sobre el lanzamiento de esta iniciativa el pasado enero. En este contexto, ha florecido la conversación en torno a cómo contribuir desde la moda a una sociedad antirracista y la toma de conciencia de que la ausencia de referentes de la comunidad BIPOC (Black, Indigenous and People of Color) en el sector no es casual. En la industria de la moda han surgido iniciativas como 15 Percent Pledge, creación de Aurora James, fundadora de Brother Vellies. Este proyecto, que tiene por misión lograr la igualdad económica, recauda firmas para exigir a los retailers que reserven un porcentaje de su catálogo de marcas a negocios capitaneados por afroamericanos. “En Estados Unidos, las personas negras representan casi el 15% de la población. Pedimos a las marcas que aseguren el 15% de su espacio a empresas de la comunidad negra”, defiende. Ya ha superado las 70.000 peticiones. Como público, un primer paso es asimilar lo mayoritariamente blanco que es tu muro de Instagram y ponerle solución. A raíz de Black Lives Matter, muchas personas han recomendado cuentas de agentes culturales que visibilizan a la comunidad BIPOC. Algunas firmas de moda que vale la pena tener en el radar son Pyer MossTelfarASAIMowalola Ogunlesi, Ahluwalia y Tskenya, por citar unas pocas. Otras cuentas que divulgan sobre cultura de moda afrodescendiente son AfrodysséeAfroStyleMagz y Osengwa.

Alquilar en lugar de comprar 

¿Cuánto usamos nuestra ropa? Hace dos años, Mariola Marcet, divulgadora del upcycling en España, compartía con esta cabecera: "El sistema al que nos dirigimos se basa en las tres R: reducir (la compra de productos nuevos), reutilizar y reciclar. Es muy importante el primer punto, ya que solo usamos el 20% de la ropa que tenemos controlada en el armario". Ahora, su proyecto, Upcyclick, estrena dos iniciativas: Estilismo Consciente, con la estilista Bianca Fuentes, y junto a Ecodicta, la empresa de alquiler de ropa, customizará prendas para volverlas a poner en circulación. Por un lado, la primera idea alude a la necesidad de aplicar la creatividad en nuestra relación con las prendas que ya poseemos, customizándolas y reutilizándolas. Por otro, la segunda propuesta cuestiona el mismo concepto de posesión y favorece el consumo de ropa desde el alquiler. ¿Y cómo repercute esto en la justicia racial? Partiendo de que, por ahora y en muchos casos, la mano de obra que sostiene el sistema de consumo sigue siendo racializada y precaria, que una misma prenda la pueda utilizar muchas personas, reduce la producción (además de la contaminación).


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