Madres que visten a juego con sus hijas: ¿que dice este estilo de ellas?

3:19 Trendy Carmen 0 Comments

 


Por si alguien no conoce Hermanos por pelotas, la comedia de 2008 dirigida por Adam McKay, dejad que os relate su escena más imperecedera. Dentro de su vehículo (cómo no, un 4x4), una familia al completo interpreta a capela el clásico del rock “Sweet Child O’Mine”. Tras una introducción a coro, a la manera de un cuarteto polifónico, comienzan los solos: “She’s got a smile that it seems to me, reminds me of childhood memories, where everything was as fresh as the bright blue sky”. El hijo canta con entusiasmo la siguiente estrofa, seguido de una madre algo menos entregada. 

“Plano. Es muy plano. Si es que… Ni siquiera estás guapa cantando así. Es la peor voz que he oído jamás. ¿Mil doscientos dólares semanales en clases de canto y me sales con esto? Tendré que salvarlo con el solo”, farfulla Derek, interpretado por Adam Scott, ante una inexpresiva Kathryn Hahn, en el papel de Alice. Él ataca su parte con efusión, exaltando su propio rango vocal con una letra improvisada, mientras que los hijos (cómo no, niño y niña) siguen de fondo con la armonía. 

Aunque el resto de la película es tan tonta como prescindible, no puedo evitar recordar este fragmento de competición familiar disfrazada de diversión cada vez que veo, normalmente en Instagram, la imagen de algún niño o alguna niña vestidos a imagen y semejanza de sus progenitores. Por más que etiquetas como #matchymatchy o #twinning quieran revestir el momento de contenido amable para todos los públicos, mi cerebro vuelve inevitablemente a Derek, Alice y sus dos hijos perfectos cantando Guns N’ Roses. Cierto que aquellos cuatro del Range Rover no iban vestidos iguales, pero ese rollo tan robótico de proyectar FELICIDAD se parece y mucho a esto otro. Vale, gente, lo pillamos: formáis un gran equipo. 

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En mi última comprobación, el hashtag #mommyandme acumulaba más de 5 millones de publicaciones en Instagram, la mayoría de ellas con looks oportunamente coordinados para evidenciar que, efectivamente, lo que vemos son personas adultas con sus criaturas. Las marcas –muchas de ellas favoritas en las redacciones de Vogue– se han unido a la fiesta. Hará unos ocho años, sobre 2011-2012, grandes casas como  Lanvin, Gucci, Stella McCartney, Marni y otras tantas decidieron probar suerte en el mercado de la moda infantil recreando en versión menuda sus líneas de lujo. Lanvin, en concreto, cuenta con una larga tradición en el mundo de la moda madre-hijaJeanne Lanvin ostenta el mérito de haber inventado el concepto en 1908, año en que creo una colección de vestidos de alta costura para niña tomando como musa a su hija de 11 años, Marguerite “Marie-Blanche” di Pietro. A lo largo de la historia, la moda madre e hija ha reflejado la fuerza con que la sociedad se ha afanado en cada momento por exhibir determinado ideal de familia, con especial énfasis en el dinero y el privilegio que hacen falta, antes de nada, para alcanzarlo. 

Portada de Vogue, con madre e hija vestidas iguales, de julio de 1925

© Joseph B. Platt/Condé Nast

Portada de Vogue, con madre e hija vestidas iguales, de julio de 1925

Desde hace poco, la tendencia ha evolucionado para apelar a un nicho diferente. En 2020, es de lo más normal que marcas contemporáneas como Reformation y Sleeper busquen satisfacer estas compras ‘mamá y yo’ y sus campañas promocionales en redes incluyen a menudo versiones en miniatura del estilismo que lleva la modelo o influencer en cuestión, la cual con su adorable angelito en el pertinente entorno campestre. Después, las aspirantes a influencer comprarán esas mismas marcas para vestirse igualitas que sus hijas, para mayor promoción de las marcas. Es la pescadilla que se muerde la cola y, a veces, es imposible saber dónde cabe la auténtica personalidad

No hay duda de que la estética ‘cottagecore (o pastoril) tiene mucha culpa en este caso. ¿A quién no le apetece evadirse de los últimos ocho meses con un chute de sueño rural y vida sencilla?: corderitos, margaritas, vestidos a juego con la pradera florida y, lo más importante, niños y niñas perfectamente educados e incapaces de armar el más mínimo jaleo. Y aquí está el quid de la cuestión. Si crees que coordinar todo tu armario con el de tu peque puede A) hacer desaparecer todos tus problemas y/o B) ser lo más normal y fácil del mundo, acabas de perder el contacto con la realidad. 

Para ser sincera, no soy completamente inmune al encanto de la familia conjuntada y feliz e incluso cierto grado de coordinación tiene un pase. En casos muy particulares, refuerza de verdad la unión del clan. Pero la línea es muy fina y existe todo un código de luces rojas, verdes y amarillas para quien se atreva a cruzarla. Si has leído y admirado la inspiradora historia de los orígenes de Kamala Harris y no te ha conmovido ni un poquito la foto antigua de la madre con sus dos niñas (la Dra. Shyamala Gopalan y Kamala vestidas de cuadros, y la hija pequeña, Maya, con lunares), es que estás muerta por dentro. Este tipo de coordinación madre-hija merece, sin duda, una luz verde como una casa.

De modo similar, todos mis respetos a Serena Williams y su hija Olympia, de casi tres años, entrenando juntas en la pista de tenis con la misma equipación de Nike. En definitiva, todo se reduce a quién se beneficia de la imagen y cuál es el modelo que quieres que emule tu hija –si esa fuera, acaso, la intención–. En la zona ámbar se situarían esos estilismos coordinados que han sido claramente premeditados pero con un toque de humor –volviéndolos más cercanos y honestos–. En este campo, Kate Hudson es una verdadera experta.

De cara a determinar una infracción merecedora de luz roja, la intención es un factor clave. En su cara menos mala, esas influencers, o “maminfluencers”, que usan a sus propias hijas casi como accesorios a la caza de ‘likes’ –es decir, dinero– mientras ensalzan valores de ‘perfección’ familiar más propios de los años 40 para vender trivialidades. En la peor, hablamos de trabajo infantil camuflado de glamour. “Los niños ya no son niños; son elementos para hacer marca familiar”, opinaba en The Washington Post Michael Solomon, psicólogo de moda y catedrático de marketing en la Universidad Saint Joseph de Philadelphia, en torno a los casos más extremos de este último año. “Ser niño se ha convertido en un trabajo, y llevar ropa a juego y posar para las fotos es el nuevo requisito”. 

Sea cual sea tu posición al respecto, quizá haya llegado el momento de que tomemos conciencia y afinemos el olfato para oler más allá de los estampados de rosas. Antes de lanzarnos a darle al like al próximo estilismo clónico madre e hija que se cruce en nuestro feed, pensémoslo dos veces.  

Este artículo se publicó originalmente en Vogue.co.uk

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